martes, 27 de julio de 2021

AMARILIS


Amarilis fue, al parecer, una poetisa anónima peruana de finales del siglo XVI. Se cree que nació en Huánuco. No se sabe a ciencia cierta si fue hombre o mujer, aunque se cree que fue mujer por la lectura del único poema. Sobre su vida se sabe poco, tan solo se desprenden datos del análisis de su obra, donde afirma ser monja. Era admiradora de la obra de Félix Lope de Vega a quien envió su poema Epístola a Belardo, que fuera publicado en 1621 en La Filomena, obra de Lope de Vega. Desde el punto de vista formal, su poema reposa en las concepciones propias. Amarilis como se le conocía es una de las representantes más importantes de la literatura del virreinato.

HIPÓTESIS DE IDENTIDAD

María de Rojas y Garay

Según Guillermo Lohmann Villena, su nombre verdadero era María de Rojas y Garay (¿1594? -1622). Con certeza se debe afirmar la teoría de Lohmann debido a sus fundamentos biográficos, así como tomando en cuenta la Epístola a Belardo publicada en 1621. Huérfana, provenía de dos familias inquisidoras ilustres que fundaron la ciudad de León (antiguo nombre de Huánuco). Fue pupila seglar del beaterio de las Agustinas Recoletas de Lima, donde recibiría una estricta y amplia formación renacentista. María de Rojas se exclaustraría en 1617, para contraer matrimonio. Falleció en 1622, poco antes de que llegaran al Perú las primeras copias de La Filomena de Lope de Vega.

POEMA EPISTOLA A BELARDO DE AMARILIS

Tanto como la vista, la noticia

de grandes cosas suele las más veces

al alma tiernamente aficionarla,

que no hace el amor siempre justicia,

ni los ojos a veces son jueces

del valor de la cosa para amarla:

Mas suele en los oídos retratarla

con tal virtud y adorno,

haciendo en los sentidos un soborno

(aunque distinto tengan el sujeto,

que en todo y en sus partes es perfecto),

que los inflama a todos

y busca luego aficiosos modos,

con el que pueda entenderse

el corazón, que piensa entretenerse,

con dulce imaginar para alentarse

sin mirar que no puede

amor sin esperanza sustentarse.

 

El sustentarse amor sin esperanza,

es fineza tan rara, que quisiera

saber su en algún pecho se ha hallado,

que las más veces la desconfianza

amortigua la llama que pudiera

obligar con amar lo deseado;

mas nunca tuve por dichoso estado

amar bienes posibles,

sino aquellos que son más imposibles.

A éstos ha de amar un alma osada;

pues para más alteza fue criada

que la que el mundo enseña;

y así quiero hacer una reseña

de amor dificultoso,

que sin pensar desvela mi reposo,

amando a quien no veo y me lastima:

Ved qué extraños contrarios,

venidos de otro mundo y de otro clima.

Al fin de éste, donde el Sur me esconde

oí, Belardo, tus conceptos bellos,

tu dulzura y estilo milagroso;

vi con cuánto favor te corresponde

el que vio de su Dafne los cabellos

trocados de su daño en lauro umbroso

y admirando tu ingenio portentoso,

no puedo reportarme

del descubrirme a ti, y a mí dañarme.

Mas ¿qué daño podría nadie hacerme

que tu valer no pueda defenderme?

 

Y tendré gran disculpa,

si el amarte sin verte, fuera culpa,

que el mismo que lo hace,

probó primero el lazo en que me enlace,

durando para siempre las memorias

de los sucesos tristes,

que en su verguenza cuentan las historias.

Esto mi voluntad te da y ofrece

y ojalá yo pudiera con mis obras

hacerte prendas de mayor estima:

mas dionde tanto se merece,

de nadie no recibes, sino cobras

lo que te debe el mundo en prosa y rima.

 

He querido, pues viéndote en la cima

del alcázar de Apolo,

como su propio dueño, único y solo,

pedirte un don, que te agradezca el cielo,

para bien de tu alma y mi consuelo.

 

No te alborotes, tente,

que te aseguro bien que te contente,

cuando vieres mi intento,

y sé que lo harás con gran contento,

que al liberal no importa para asirle,

significar pobrezas,

pues con que más se agrada es con pedirle.

 

Yo y mi hermana, una santa celebramos,

cuya vida de nadie ha sido escrita,

como empresa que muchos han tenido:

El verla de tu mano deseamos;

tu dulce Musa alienta y resucita,

y ponla con estilo tan subido

que sea dondequiera conocido

y agradecido sea

de nuestra santa virgen Dorotea.

 

¡Oh, qué sujeto, mi Belardo, tienes

con que de lauro coronar tus sienes,

podrás, si no emperezas,

contando de esta virgen las grandezas,

que reconoce el cielo,

y respeta y adora todo el suelo:

De esta divina y admirable Santa

su santidad refiere,

y dulcemente su martirio canta!

 

Ya veo que tendrás por cosa nueva

no que te ofrezca censo un mundo nuevo,

que a ti cien mil que hubiera te le dijeran;

mas que mi Musa rústica se atreva

a emprender el asunto a que me atrevo,

hazaña que cien Tassos no emprendiera,

ellos, al fin, son hombre y temieran;

más la mujer, que es fuerte,

no teme alguna vez la misma muerte.

 

Pero si he parecídote atrevida,

a lo menos parézcate rendida,

con fines desiguales

Amor los hace con su fuerza iguales:

Y quédote debiendo

no que me sufras, más que estés oyendo

con singular paciencia mis simplezas,

ocupado continuo

en tantas excelencias y grandezas.

 

Versos cansados, ¿qué furor os

lleva a ser sujetos de simpleza indiana

y a poneros en brazos de Belardo?

Al fin, aunque amarguéis, por fruta nueva,

os vendrán vuestro gusto bronco y tardo;

el ingenio gallardo,

en cuya mesa habéis de ser honrados,

hará vuiestros intentos deisculpados:

Navegad, buen viaje, haced la vela

guiad un alma, que sin alas vuela.

 

POEMA CANTA AMARILIS - Lope de Vega

Canta Amarilis, y su voz levanta

mi alma desde el orbe de la luna

a las inteligencias, que ninguna

la suya imita con dulzura tanta.


De su número luego me trasplanta

a la unidad, que por sí misma es una,

y cual si fuera de su coro alguna,

alaba su grandeza cuando canta.

 

Apártame del mundo tal distancia,

que el pensamiento en su Hacedor termina,

mano, destreza, voz y consonancia.

 

Y es argumento que su voz divina

algo tiene de angélica sustancia,

pues a contemplación tan alta inclina.

 

"EPISTOLA A BELARDO"

Oí tu voz, Belardo: mas ¿Qué digo?

No Belardo, Milagro han de llamarte

éste es tu nombre, el cielo te lo ha dado

y amor que nunca tuvo paz conmigo

te me representó parte por parte,

en ti más que en sus fuerzas confiado,

mostró se en esta empresa más osado,

por ser el artificio

peregrino en la traza y el oficio,

otras puertas del alma quebrantando,

no por los ojos míos, que velando,

están, en gran pureza,

mas por oídos, que cuya fortaleza

ha sido y es tan fuerte,

que por ellos no entró sombra de muerte,

que tales son palabras desmandadas,

sí  vírgenes las oyen,

que a Dios han sido y son sacrificadas.

 

Quiero, pues, comenzar a darte cuenta

de mis padres y patria y de mi estado

porque sepas quién te ama y quién te escribe,

bien que ya la memoria me atormenta

renovando el dolor, que aunque llorado

está presente y en el alma vive,

no quiera Dios que en presunción estribe

lo que aquí te dijere,

ni que fábula alguna compusiere,

que suelen causas propias engañarnos,

en referir grandezas halagarnos,

que la filaucia engaña

más que no la verdad nos desengaña,

especialmente cuando

vamos en honras vanas estribando

de éstas pudiera bien decirte muchas,

mas quédense en silencio

pues atento con templo que me escuchas.

 

En este imperio oculto que el Sur baña,

más el Baco pisadas que de Alcides,

entre un trópico frío y otro ardiente,

adonde fuerzas ínclitas de España

con varios casos y continuas lides

fama inmortal ganaron a su gente,

donde Neptuno engasta su tridente

en nácar y oro fino,

cuando Pizarro con su flota vino,

fundó ciudades y dejó memorias,

que eternas quedarán en las historias:

A quien un valle ameno,

de tantos bienes y delicias lleno,

que siempre es primavera,

merced del dueño de la cuarta esfera,

la ciudad de león fue edificada,

y con hado dichoso,

quedó de héroes fortísimos poblada.

 

De padres nobles dos hermanas fuimos

que nos dejaron con temprana muerte,

aun no desnudos de pueriles paños.

El cielo y una tía que tuvimos,

suplió la soledad de nuestra suerte

con el amparo suyo algunos años,

huimos siempre de sabrosos daños,

y así nos inclinamos

a virtudes heroicas que heredamos

de la beldad, que el cielo acá reparte,

nos cupo, según dicen, mucha parte

con otras muchas prendas,

no son poco bastante las haciendas

al continuo sustento,

y estamos juntas, con tan gran contento,

que una alma a entrambas rige y nos gobierna,

sin que haya tuyo y mío,

sino que amorosa, dulce y tierna.

 

Ha sido mi Belisa celebrada,

que éste es su nombre, y Amarillis mío,

entrambas de afición favorecidas:

Yo he sido a dulces Musas inclinada:

mi hermana, aunque menor, tiene más brío,

y partes por quien es muy conocidas;

al fin todas han sido merecidas

con alegre himeneo

de un joven venturoso, que en trofeo

a su fortuna y vencedora palma

alegre la rindió  prendas del alma;

yo, siguiendo otro trato,

contenta vivo en limpio celibato

con virginal estado

a Dios con grande afecto consagrado,

y espero en su bondad y en su grandeza

me tendrá de su mano

guardando inmaculada mi pureza.

 

 

-0-

 

De la beldad que el cielo acá reparte 
nos cupo, según dicen, mucha parte, 
con otras muchas prendas: 
 No son poco bastantes las haciendas 
al continuo sustento; 
y estamos juntas, con tan gran contento, 
que una alma a entrambas rige y nos gobierna, 
sin que haya tuyo y mío, 
sino paz amorosa, dulce y tierna. 

Ha sido mi Belisa celebrada, 

que éste es su nombre, y Amarilis mío, 
entrambas de afición favorecidas: 

Yo he sido a dulces musas inclinada; 

mi hermana, aunque menor, tiene más brío, 
y partes, por quien es, muy conocidas. 
Al fin todas han sido merecidas 

con alegre himeneo 
de un joven venturoso, que en trofeo 
a su fortuna y vencedora palma, 
alegre la rindió prendas del alma. 
Yo siguiendo otro trato, 
contenta vivo en limpio celibato, 

con virginal estado, 

a dios con gran afecto consagrado, 
y espero en su bondad y su grandeza 
me tendrá de su mano 
guardando inmaculada mi pureza.

 

EL PEREGRINO EN SU PATRIA

 

El sustentarse amor sin esperanza,

es fineza tan rara, que quisiera

saber si en algún pecho se ha hallado;

       . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Mas nunca tuve por dichoso estado

amar bienes posibles,

sino aquellos que son más imposibles.

a éstos ha de aspirar mi alma osada,

pues para más alteza fué criada

que la que el mundo enseña;

y así quiero hacer una reseña

de amor dificultoso,

que sin pensar desvela mi reposo,

Amando a quien no veo, y me lastima:

¡Ved qué extraños contrarios,

venidos de otro mundo y de otro clima!

Al fin en éste donde el Sur me esconde

oí, belardo, tus conceptos bellos,

tu dulzura y estilo milagroso,

       . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Y admirando tu ingenio portentoso,

no pude reportarme

de descubrirme a ti, y a mí, dañarme.

       . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

Oí tu voz, Belardo; más ¿qué digo?

No Belardo, milagro han de llamarte:

Este es tu nombre, el cielo te le ha dado;

y amor, que nunca tuvo paz conmigo,

te me representó parte por parte,

       en ti más que en sus fuerzas confiado.

       Mostróse en esta empresa más osado,

       por ser el artificio

       peregrino en la traza y el oficio,

       otras puertas del alma quebrantando.

       No por los ojos míos, que velando

       están con gran pureza;

       mas por oídos, cuya fortaleza

       ha sido y es tan fuerte,

       que por ellos no entró sombra de muerte,

       que tales son palabras desmandadas,

       si vírgenes las oyen,

       que a Dios han sido y son sacrificadas.

       Con gran razón a tu valor inmenso

       consagran mil deidades sus labores,

       cuando manijan perlas en sus faldas:

       Todo ese mundo allí te paga censo,

       y éste de acá, mediante tus favores,

       crece en riquezas de oro y esmeraldas:

       Potosí, que sustenta en sus espaldas

       entre el invierno crudo

       aquel peso, que atlante ya no pudo,

       confiesa que su fama te la debe;

       y quien del claro lima el agua bebe,

       sus primicias te ofrece,

       después que con sus dones se engrandece,

       acrecentando ofrendas

       a tus excelsas y admirables prendas:

       Yo que aquestas grandezas voy mirando,

       entretenida en ellas,

       las voy en mis entrañas celebrando.

 

PARA BIEN DE TU ALMA Y MI CONSUELO.

 

En tu patria, Belardo, mas no es tuya, 
       no sientas mucho verte peregrino... 
       . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 
       Que otro origen tuviste más divino 
       y otra gloria mayor, si la buscares. 
       ¡Oh, cuánto acertarás, si imaginares 
       que es patria tuya el cielo, 
       y que eres peregrino acá en el suelo! 
       . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 
       Pues, peregrino mío, 
       vuelve a tu natural: póngante brío, 
       no las murallas, que elevó tu canto 
       en Tébas engañosas, 
       mas las eternas, que te importan tanto. 
       Allá deseo en santo amor gozarte, 
       pues acá es imposible poder verte, 
       Y temo tus peligros y mis faltas: 
       Tabla tiene el naufragio, y escaparte 
       puedes en ella de la eterna muerte, 
       si del bien frágil al divino saltas; 
       las singulares gracias con que esmaltas 
       tus soberanas obras, 
       con que fama inmortal continuo cobras, 
       empléalas de hoy más en versos lindos, 
       en soberanos y divinos Pindos: 
       Tus divinos concetos 
       allí serán más dulces y perfectos; 
       que el mundo a quien le sigue, 
       en vez de premio al bienhechor persigue, 
       y contra la virtud apresta el arco 
       con ponzoñosas flechas 
       de la maligna aljaba de Aristarco. 
       . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

 

Finalmente, Belardo, yo te ofrezco 
       Una alma pura a tu valor rendida: 
       Acepta el don, que puedes estimallo; 
       y dándome por fe lo que merezco, 
       quedará mi intención favorecida. 
       . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 
       Y para darte más, no sé si hallo. 
       Déte el cielo favores, 
       las dos arabias bálsamo y olores, 
       cambaya sus diamantes, tíbar oro, 
       marfil sofala, persia su tesoro, 
       perlas los orientales, 
       el rojo mar finísimos corales, 
       balajes los ceilanes, 
       áloe precioso sárnaos y campanes, 
       rubíes pegugamba, y nubia algalia, 
       ametistes rarsinga, 
       y prósperos sucesos Acidalia 
       . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 
       Ya veo que tendrás por cosa nueva, 
       no que te ofrezca censo un mundo nuevo, 
       que a ti cien mil que hubiese te le dieran; 
       mas que mi musa rústica se atreva 
       a emprender el asunto a que me arrojo, 
       hazaña que cien Tassos no emprendieran: 
       Ellos al fin son hombres, y temieran; 
       mas la mujer, que es fuerte, 
       no teme alguna vez la misma muerte. 
       pero si he parecídote atrevida, 
       a lo menos parézcate rendida; 
       que fines desiguales 
       amor los hace con su fuerza iguales; 
       y quédote debiendo, 
       no que me sufras, mas que estés oyendo 
       con singular paciencia mis simplezas, 
        ocupado contino 
       en tantas excelencias y grandezas. 
        versos cansados, ¿qué furor os lleva 
       a ser sujeto de simpleza indiana, 
       y a poneros en mano de belardo? 
       al fin, aunque amarguéis, por fruta nueva 
       os vendrán a probar, aunque sin gana, 
       y verán vuestro gusto bronco y tardo: 
       El ingenio gallardo, 
       en cuya mesa habéis de ser honrados, 
       Hará vuestros intentos disculpados: 
       Navegad: buen viaje: haced la vela: 
       Guiad un alma que sin alas vuela.

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