Amarilis fue, al parecer, una poetisa anónima peruana de finales del siglo XVI. Se cree que nació en Huánuco. No se sabe a ciencia cierta si fue hombre o mujer, aunque se cree que fue mujer por la lectura del único poema. Sobre su vida se sabe poco, tan solo se desprenden datos del análisis de su obra, donde afirma ser monja. Era admiradora de la obra de Félix Lope de Vega a quien envió su poema Epístola a Belardo, que fuera publicado en 1621 en La Filomena, obra de Lope de Vega. Desde el punto de vista formal, su poema reposa en las concepciones propias. Amarilis como se le conocía es una de las representantes más importantes de la literatura del virreinato.
HIPÓTESIS DE
IDENTIDAD
María de Rojas y
Garay
Según Guillermo
Lohmann Villena, su nombre verdadero era María de Rojas y Garay (¿1594? -1622).
Con certeza se debe afirmar la teoría de Lohmann debido a sus fundamentos
biográficos, así como tomando en cuenta la Epístola a Belardo publicada en
1621. Huérfana, provenía de dos familias inquisidoras ilustres que fundaron la
ciudad de León (antiguo nombre de Huánuco). Fue pupila seglar del beaterio de
las Agustinas Recoletas de Lima, donde recibiría una estricta y amplia
formación renacentista. María de Rojas se exclaustraría en 1617, para contraer
matrimonio. Falleció en 1622, poco antes de que llegaran al Perú las primeras copias
de La Filomena de Lope de Vega.
POEMA EPISTOLA A BELARDO DE AMARILIS
Tanto como la vista, la noticia
de grandes cosas suele las más veces
al alma tiernamente aficionarla,
que no hace el amor siempre justicia,
ni los ojos a veces son jueces
del valor de la cosa para amarla:
Mas suele en los oídos retratarla
con tal virtud y adorno,
haciendo en los sentidos un soborno
(aunque distinto tengan el sujeto,
que en todo y en sus partes es
perfecto),
que los inflama a todos
y busca luego aficiosos modos,
con el que pueda entenderse
el corazón, que piensa entretenerse,
con dulce imaginar para alentarse
sin mirar que no puede
amor sin esperanza sustentarse.
El sustentarse amor sin esperanza,
es fineza tan rara, que quisiera
saber su en algún pecho se ha hallado,
que las más veces la desconfianza
amortigua la llama que pudiera
obligar con amar lo deseado;
mas nunca tuve por dichoso estado
amar bienes posibles,
sino aquellos que son más imposibles.
A éstos ha de amar un alma osada;
pues para más alteza fue criada
que la que el mundo enseña;
y así quiero hacer una reseña
de amor dificultoso,
que sin pensar desvela mi reposo,
amando a quien no veo y me lastima:
Ved qué extraños contrarios,
venidos de otro mundo y de otro clima.
Al fin de éste, donde el Sur me esconde
oí, Belardo, tus conceptos bellos,
tu dulzura y estilo milagroso;
vi con cuánto favor te corresponde
el que vio de su Dafne los cabellos
trocados de su daño en lauro umbroso
y admirando tu ingenio portentoso,
no puedo reportarme
del descubrirme a ti, y a mí dañarme.
Mas ¿qué daño podría nadie hacerme
que tu valer no pueda defenderme?
Y tendré gran disculpa,
si el amarte sin verte, fuera culpa,
que el mismo que lo hace,
probó primero el lazo en que me enlace,
durando para siempre las memorias
de los sucesos tristes,
que en su verguenza cuentan las
historias.
Esto mi voluntad te da y ofrece
y ojalá yo pudiera con mis obras
hacerte prendas de mayor estima:
mas dionde tanto se merece,
de nadie no recibes, sino cobras
lo que te debe el mundo en prosa y
rima.
He querido, pues viéndote en la cima
del alcázar de Apolo,
como su propio dueño, único y solo,
pedirte un don, que te agradezca el
cielo,
para bien de tu alma y mi consuelo.
No te alborotes, tente,
que te aseguro bien que te contente,
cuando vieres mi intento,
y sé que lo harás con gran contento,
que al liberal no importa para asirle,
significar pobrezas,
pues con que más se agrada es con
pedirle.
Yo y mi hermana, una santa celebramos,
cuya vida de nadie ha sido escrita,
como empresa que muchos han tenido:
El verla de tu mano deseamos;
tu dulce Musa alienta y resucita,
y ponla con estilo tan subido
que sea dondequiera conocido
y agradecido sea
de nuestra santa virgen Dorotea.
¡Oh, qué sujeto, mi Belardo, tienes
con que de lauro coronar tus sienes,
podrás, si no emperezas,
contando de esta virgen las grandezas,
que reconoce el cielo,
y respeta y adora todo el suelo:
De esta divina y admirable Santa
su santidad refiere,
y dulcemente su martirio canta!
Ya veo que tendrás por cosa nueva
no que te ofrezca censo un mundo nuevo,
que a ti cien mil que hubiera te le
dijeran;
mas que mi Musa rústica se atreva
a emprender el asunto a que me atrevo,
hazaña que cien Tassos no emprendiera,
ellos, al fin, son hombre y temieran;
más la mujer, que es fuerte,
no teme alguna vez la misma muerte.
Pero si he parecídote atrevida,
a lo menos parézcate rendida,
con fines desiguales
Amor los hace con su fuerza iguales:
Y quédote debiendo
no que me sufras, más que estés oyendo
con singular paciencia mis simplezas,
ocupado continuo
en tantas excelencias y grandezas.
Versos cansados, ¿qué furor os
lleva a ser sujetos de simpleza indiana
y a poneros en brazos de Belardo?
Al fin, aunque amarguéis, por fruta
nueva,
os vendrán vuestro gusto bronco y
tardo;
el ingenio gallardo,
en cuya mesa habéis de ser honrados,
hará vuiestros intentos deisculpados:
Navegad, buen viaje, haced la vela
guiad un alma, que sin alas vuela.
POEMA CANTA AMARILIS - Lope de Vega
Canta Amarilis, y su voz levanta
mi alma desde el orbe de la luna
a las inteligencias, que ninguna
la suya imita con dulzura tanta.
De su número luego me trasplanta
a la unidad, que por sí misma es una,
y cual si fuera de su coro alguna,
alaba su grandeza cuando canta.
Apártame del mundo tal distancia,
que el pensamiento en su Hacedor
termina,
mano, destreza, voz y consonancia.
Y es argumento que su voz divina
algo tiene de angélica sustancia,
pues a contemplación tan alta inclina.
"EPISTOLA A BELARDO"
Oí tu voz, Belardo: mas ¿Qué digo?
No Belardo, Milagro han de llamarte
éste es tu nombre, el cielo te lo ha dado
y amor que nunca tuvo paz conmigo
te me representó parte por parte,
en ti más que en sus fuerzas confiado,
mostró se en esta empresa más osado,
por ser el artificio
peregrino en la traza y el oficio,
otras puertas del alma quebrantando,
no por los ojos míos, que velando,
están, en gran pureza,
mas por oídos, que cuya fortaleza
ha sido y es tan fuerte,
que por ellos no entró sombra de muerte,
que tales son palabras desmandadas,
sí vírgenes las oyen,
que a Dios han sido y son sacrificadas.
Quiero, pues, comenzar a darte cuenta
de mis padres y patria y de mi estado
porque sepas quién te ama y quién te escribe,
bien que ya la memoria me atormenta
renovando el dolor, que aunque llorado
está presente y en el alma vive,
no quiera Dios que en presunción estribe
lo que aquí te dijere,
ni que fábula alguna compusiere,
que suelen causas propias engañarnos,
en referir grandezas halagarnos,
que la filaucia engaña
más que no la verdad nos desengaña,
especialmente cuando
vamos en honras vanas estribando
de éstas pudiera bien decirte muchas,
mas quédense en silencio
pues atento con templo que me escuchas.
En este imperio oculto que el Sur baña,
más el Baco pisadas que de Alcides,
entre un trópico frío y otro ardiente,
adonde fuerzas ínclitas de España
con varios casos y continuas lides
fama inmortal ganaron a su gente,
donde Neptuno engasta su tridente
en nácar y oro fino,
cuando Pizarro con su flota vino,
fundó ciudades y dejó memorias,
que eternas quedarán en las historias:
A quien un valle ameno,
de tantos bienes y delicias lleno,
que siempre es primavera,
merced del dueño de la cuarta esfera,
la ciudad de león fue edificada,
y con hado dichoso,
quedó de héroes fortísimos poblada.
De padres nobles dos hermanas fuimos
que nos dejaron con temprana muerte,
aun no desnudos de pueriles paños.
El cielo y una tía que tuvimos,
suplió la soledad de nuestra suerte
con el amparo suyo algunos años,
huimos siempre de sabrosos daños,
y así nos inclinamos
a virtudes heroicas que heredamos
de la beldad, que el cielo acá reparte,
nos cupo, según dicen, mucha parte
con otras muchas prendas,
no son poco bastante las haciendas
al continuo sustento,
y estamos juntas, con tan gran contento,
que una alma a entrambas rige y nos gobierna,
sin que haya tuyo y mío,
sino que amorosa, dulce y tierna.
Ha sido mi Belisa celebrada,
que éste es su nombre, y Amarillis mío,
entrambas de afición favorecidas:
Yo he sido a dulces Musas inclinada:
mi hermana, aunque menor, tiene más brío,
y partes por quien es muy conocidas;
al fin todas han sido merecidas
con alegre himeneo
de un joven venturoso, que en trofeo
a su fortuna y vencedora palma
alegre la rindió prendas del alma;
yo, siguiendo otro trato,
contenta vivo en limpio celibato
con virginal estado
a Dios con grande afecto consagrado,
y espero en su bondad y en su grandeza
me tendrá de su mano
guardando inmaculada mi pureza.
-0-
De
la beldad que el cielo acá reparte
nos cupo, según dicen, mucha parte,
con otras muchas prendas:
No son poco bastantes las haciendas
al continuo sustento;
y estamos juntas, con tan gran contento,
que una alma a entrambas rige y nos
gobierna,
sin que haya tuyo y mío,
sino paz amorosa, dulce y tierna.
Ha
sido mi Belisa celebrada,
que
éste es su nombre, y Amarilis mío,
entrambas de afición favorecidas:
Yo he sido a dulces musas inclinada;
mi
hermana, aunque menor, tiene más brío,
y partes, por quien es, muy conocidas.
Al fin todas han sido merecidas
con
alegre himeneo
de un joven venturoso, que en trofeo
a su fortuna y vencedora palma,
alegre la rindió prendas del alma.
Yo siguiendo otro trato,
contenta vivo en limpio celibato,
con
virginal estado,
a
dios con gran afecto consagrado,
y espero en su bondad y su grandeza
me tendrá de su mano
guardando inmaculada mi pureza.
EL
PEREGRINO EN SU PATRIA
El sustentarse amor sin esperanza,
es fineza tan rara, que quisiera
saber si en algún pecho se ha hallado;
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Mas nunca tuve por dichoso estado
amar bienes posibles,
sino aquellos que son más imposibles.
a éstos ha de aspirar mi alma osada,
pues para más alteza fué criada
que la que el mundo enseña;
y así quiero hacer una reseña
de amor dificultoso,
que sin pensar desvela mi reposo,
Amando a quien no veo, y me lastima:
¡Ved qué extraños contrarios,
venidos de otro mundo y de otro clima!
Al fin en éste donde el Sur me esconde
oí, belardo, tus conceptos bellos,
tu dulzura y estilo milagroso,
. . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Y admirando tu ingenio portentoso,
no pude reportarme
de descubrirme a ti, y a mí, dañarme.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Oí tu voz, Belardo; más ¿qué digo?
No Belardo, milagro han de llamarte:
Este es tu nombre, el cielo te le ha
dado;
y amor, que nunca tuvo paz conmigo,
te me representó parte por parte,
en ti más que en sus fuerzas confiado.
Mostróse en esta empresa más osado,
por ser el artificio
peregrino en la traza y el oficio,
otras puertas del alma quebrantando.
No por los ojos míos, que velando
están con gran pureza;
mas por oídos, cuya fortaleza
ha sido y es tan fuerte,
que por ellos no entró sombra de muerte,
que tales son palabras desmandadas,
si vírgenes las oyen,
que a Dios han sido y son sacrificadas.
Con gran razón a tu valor inmenso
consagran mil deidades sus labores,
cuando manijan perlas en sus faldas:
Todo ese mundo allí te paga censo,
y éste de acá, mediante tus favores,
crece en riquezas de oro y esmeraldas:
Potosí, que sustenta en sus espaldas
entre el invierno crudo
aquel peso, que atlante ya no pudo,
confiesa que su fama te la debe;
y quien del claro lima el agua bebe,
sus primicias te ofrece,
después que con sus dones se engrandece,
acrecentando ofrendas
a tus excelsas y admirables prendas:
Yo que aquestas grandezas voy mirando,
entretenida en ellas,
las voy en mis entrañas celebrando.
PARA
BIEN DE TU ALMA Y MI CONSUELO.
En
tu patria, Belardo, mas no es tuya,
no
sientas mucho verte peregrino...
. . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Que
otro origen tuviste más divino
y otra
gloria mayor, si la buscares.
¡Oh,
cuánto acertarás, si imaginares
que es
patria tuya el cielo,
y que
eres peregrino acá en el suelo!
. . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Pues,
peregrino mío,
vuelve
a tu natural: póngante brío,
no las
murallas, que elevó tu canto
en Tébas
engañosas,
mas
las eternas, que te importan tanto.
Allá
deseo en santo amor gozarte,
pues
acá es imposible poder verte,
Y temo
tus peligros y mis faltas:
Tabla
tiene el naufragio, y escaparte
puedes
en ella de la eterna muerte,
si del
bien frágil al divino saltas;
las
singulares gracias con que esmaltas
tus
soberanas obras,
con
que fama inmortal continuo cobras,
empléalas
de hoy más en versos lindos,
en soberanos
y divinos Pindos:
Tus
divinos concetos
allí
serán más dulces y perfectos;
que el
mundo a quien le sigue,
en vez
de premio al bienhechor persigue,
y
contra la virtud apresta el arco
con
ponzoñosas flechas
de la
maligna aljaba de Aristarco.
. . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Finalmente,
Belardo, yo te ofrezco
Una
alma pura a tu valor rendida:
Acepta
el don, que puedes estimallo;
y
dándome por fe lo que merezco,
quedará
mi intención favorecida.
. . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Y para
darte más, no sé si hallo.
Déte
el cielo favores,
las dos
arabias bálsamo y olores,
cambaya
sus diamantes, tíbar oro,
marfil
sofala, persia su tesoro,
perlas
los orientales,
el
rojo mar finísimos corales,
balajes
los ceilanes,
áloe
precioso sárnaos y campanes,
rubíes
pegugamba, y nubia algalia,
ametistes rarsinga,
y
prósperos sucesos Acidalia
. . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Ya veo
que tendrás por cosa nueva,
no que
te ofrezca censo un mundo nuevo,
que a
ti cien mil que hubiese te le dieran;
mas
que mi musa rústica se atreva
a
emprender el asunto a que me arrojo,
hazaña
que cien Tassos no emprendieran:
Ellos
al fin son hombres, y temieran;
mas la
mujer, que es fuerte,
no
teme alguna vez la misma muerte.
pero
si he parecídote atrevida,
a lo
menos parézcate rendida;
que
fines desiguales
amor
los hace con su fuerza iguales;
y
quédote debiendo,
no que
me sufras, mas que estés oyendo
con
singular paciencia mis simplezas,
ocupado contino
en
tantas excelencias y grandezas.
versos
cansados, ¿qué furor os lleva
a ser
sujeto de simpleza indiana,
y a
poneros en mano de belardo?
al
fin, aunque amarguéis, por fruta nueva
os
vendrán a probar, aunque sin gana,
y
verán vuestro gusto bronco y tardo:
El
ingenio gallardo,
en
cuya mesa habéis de ser honrados,
Hará
vuestros intentos disculpados:
Navegad:
buen viaje: haced la vela:
Guiad
un alma que sin alas vuela.
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