José Lázaro Artiles Martín
No es simplemente la escritura del espacio de la realidad del hombre andino, sino de la realidad de la intelectualidad peruana. Es la legitimación de unos saberes criollos, costeños y marginadores, frente al discurso o realidades de los pobladores del ande.
Es paradójico y tal vez grotesco hablar de esclavitud en pleno siglo XXI, pero hoy la esclavitud es cerebral. Porque así nos lo heredaron nuestros escribas e intelectuales.
1 Mario Vargas Llosa califica la narrativa de José María
Arguedas de representación sesgada del mundo andino. Este escritor señala que la obra de Arguedas
sugiere una exageración, que la suya es una narrativa nacida de sus demonios
personales. Asimismo, manifiesta, que su última novela, El Zorro de
Arriba y el Zorro de Abajo, ―es
un libro sin acabar, confuso y deshilvanado, al que convienen las expresiones
que el propio autor le dedicó: ‗entrecortado y quejoso, lisiado y desigual‘‖. Por
otra parte, subraya que ―si uno practica en él el laborioso homicidio que
llaman análisis textual, encuentra en su arquitectura y estilo abundantes
imperfecciones. Pero un análisis de forma literaria soslayaría lo esencial,
pues esta novela, pese a
sus deficiencias, y, curiosamente, en parte debido a ellas, se lee con la
intranquilidad que provocan las ficciones logradas. El lector sale de sus páginas con la
impresión de haber compartido una experiencia límite, uno de esos descensos al
abismo que ha sido privilegio de la literatura recrear en sus momentos malditos‖
(Vargas Llosa, 2008: 356). Más adelante, Vargas Llosa remite a la condición provinciana de
Arguedas, insistiendo que ésta le causaba sentimientos ambivalentes. ―De un
lado, había hecho de él un caso privilegiado en la literatura peruana, por el
conocimiento que le dio de la sierra y del indio. Por otro, la sentía
una limitación, una barrera que lo había detenido intelectualmente. Un curioso complejo de
inferioridad literario acosó a Arguedas, que, sumado a la propensión por el victimismo, explica
actitudes que, a simple vista, sorprendían viniendo de un hombre que había
escrito cuentos y novelas de la calidad de los suyos‖ (Vargas Llosa,
2008: 372-373). Según el premio nobel, el narrador apurimeño conocía mal la literatura moderna y
experimental, lo cual se refleja a veces en la estructura de sus ficciones.
Todo ello se debe a su interés por la etnología, la historia, la antropología y
el folklore, más que por la literatura (Vargas Llosa, 2008: 373).
2 Julio Cortázar, en
una carta publicada en la revista Casa de las Américas, el 10 de Mayo de 1967,
dirigida al poeta cubano Roberto Fernández Retamar, señala la situación del
intelectual latinoamericano del siglo XX y alude a los escritores arraigados a
la tierra, crítica subliminal que hace a Arguedas y a otros escritores, por lo
que no tarda en recibir respuesta del propio escritor peruano, originándose una
fuerte polémica tras su publicación: ―El telurismo como lo entiende entre ustedes un Samuel Feijóo, por
ejemplo, me es profundamente ajeno por estrecho, parroquial y hasta diría
aldeano; puedo comprenderlo y admirarlo en quienes no alcanzan, por razones
múltiples, una visión totalizadora de la cultura y de la historia, y concentran
todo su talento en una labor ‗de zona‘, pero me parece un preámbulo a los
peores avances del nacionalismo negativo cuando se convierte en el credo de
escritores que, casi siempre por falencias culturales, se obstinan en exaltar
los valores del terruño contra los valores a secas, el país contra el mundo, la
raza (porque en eso se acaba) contra las demás razas‖ (Cortázar, 1967).
La representación del
indígena en el ámbito literario es un asunto que suscita gran interés y plantea
un gran reto a la hora de estudiar su actividad social y enjuiciar su perfil
humano como individuo inmerso en una sociedad multiétnica y pluricultural que
se regula por unas reglas muy complejas de identificar. La comunidad indígena
peruana responde a un modelo organizativo bien jerarquizado y se rige por unos
códigos sociales que se mantienen invulnerables desde sus ancestros. El indio
andino es respetuoso con sus tradiciones, sigue los criterios que establece su
comunidad sin quebrantar sus principios y manifiesta, firmemente, su oposición
frente a cualquier impedimento u obstáculo exterior que le impida llevar a cabo
sus propósitos. Su población, diseminada a lo largo y ancho de la sierra
peruana, cohabita en un mismo espacio territorial con los criollos, una
sociedad homogénea de individuos que ha ejercido, desde tiempos inmemoriales,
una posición de dominio absoluto, usurpándole sus tierras y controlando, la
economía, el poder político y los estamentos judiciales, lo que ha causado,
entre ellos, pobreza, exclusión social, discriminación y una merma importante
de sus derechos. Esto verifica que la dificultad en la convivencia entre dos
sociedades con raíces históricas desiguales plantea un problema que dificulta
enormemente la coexistencia. La región andina de Perú es una clara muestra de
ardua vivencia por las graves dificultades de gobernabilidad y los serios
problemas que se han generado en estas sociedades multiculturales y
plurilingües, reproduciendo, desde hace siglos, un conflicto étnico entre
individuos de signos identitarios antagónicos. El estado, por otro lado, se ha
ocupado muy poco de legislar políticas que hayan favorecido el multiculturalismo
y los derechos de las minorías y, por el contrario, ha impuesto un modelo
único, monocultural, en un país con gran diversidad, tratando de homogeneizar
la sociedad en un proceso de asimilación forzada para terminar,
definitivamente, con las minorías étnicas y, por extensión, con el pluralismo.
La realidad nos revela que existen en Perú varias culturas y diferentes pueblos
que conviven en su territorio bajo una misma estructura administrativa,
jurídica y política de carácter único, que afecta, fundamentalmente, a los
principios básicos de la población indígena en lo referente a su igualdad en
términos de justicia, educación y democracia. Arguedas reconoce este problema
de interés nacional que se presenta en la sociedad peruana y lo recoge en su
obra, ofreciéndonos un testimonio que refleja fielmente la realidad de un
territorio escindido entre dos mundos, uno representado por la población
criolla de la costa y, el otro, por los indios y mestizos de la sierra y la
selva, lo que pone de manifiesto la profunda oposición entre estos pueblos y un
largo litigio histórico que se extiende en el tiempo y subraya la tragedia de
una cohabitación imposible. Este planteamiento que acabamos de exponer nos
permite ofrecer una visión real de un problema colectivo que se ha convertido
en un fenómeno social de estudio en la sociedad peruana por la inmovilidad de
sus grupos sociales y la reticencia de ambos a relacionarse y llevar a cabo una
convivencia pacífica. Nuestra intención se centra en abordar esta
investigación, ofreciendo una respuesta convincente que nos permita argumentar,
con garantías, que la confrontación histórica que mantiene el pueblo indígena
con la población criolla se debe a una cuestión de índole sociológico y no
educativa, por lo que debe de ser encauzada en el ámbito de las
representaciones sociales.
La aparición del indio como personaje histórico relevante
en la novela de José María Arguedas representa el sacrificio, la resistencia y
la lucha por salvaguardar las tradiciones y sintetiza, de una manera incuestionable,
su forma de percepción y configuración de la realidad del mundo en orden a unos
valores y a unas conductas individuales determinadas que se asocian a los
criterios que rigen su comunidad. La colonización, como resulta evidente, trajo
consigo un modelo organizativo diferente para el nativo basado en el vasallaje,
que le fue impuesto desde la comunidad criolla, de modo subyugante,
imponiéndosele la lengua y la religión como instrumentos de evangelización y de
adoctrinamiento. Pese a ello, lo cierto es que los resultados no fueron
íntegramente exitosos, lo que propició la resistencia del nativo y el
desarrollo 33 de mecanismos de defensa en orden a preservar su cultura, su
modelo organizativo y sus tradiciones. Como bien se aprecia en la novela de José
María Arguedas, la adhesión del indio al modelo social que había sido impuesto
por la sociedad criolla es sólo parcial y se mantuvo, fundamentalmente, en la
unidad del trabajo por su fuerte represión.
1. El indígena responde
a un modelo de construcción social propio que se sustenta en las formas de
percepción y clasificación del mundo de acuerdo a un orden jerarquizado que
rige los principios de su comunidad.
2. La cosmovisión
andina forja en el indio una manera de ver el mundo que no se ajusta, en absoluto,
a la manera occidental y, en este sentido, su espiritualidad, su vinculación
con la naturaleza y la tierra, sus fuertes lazos de unión con la comunidad y la
familia imprimen su carácter y sostienen su modo de vida reflexivo y humano.
3. El indio mantiene una postura de
sumisión frente al criollo, pero ésta no influye en su modo de actuación
ni cambia su patrón de conducta o su forma de ver el mundo.
4. La confrontación
histórica que mantiene el pueblo indígena con la población criolla no se ajusta
a un problema de educación,
como sostienen algunos críticos y gobernantes políticos, sino que se debe a una cuestión de índole
sociológica que debe de ser encauzada en el ámbito de las representaciones sociales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario