Fue el tiempo de los inventos y de las guerras, de Picasso y de Hitler, la época de las revoluciones triunfantes y de las revoluciones fracasadas. Y es un pasado imperfecto para jóvenes del siglo XXI.
El siglo XX fue el siglo de los inventos y de las guerras. Fue mediocre y brillante, un tiempo al que los cachorros del siglo XXI se aproximan ya como si fuera un abismo perfecto. El siglo pasado.
Para estos jóvenes
que están entre los 19 y los 29 años es una época cerrada. Ellos son del siglo
XXI. ¿Y cómo ven ese fósil? Se lo pregunté a una joven actriz, Irene Escolar,
de 24 años, descendiente de grandes actores, que viene a la cita con el libro
subrayado de Eric Hobsbawn sobre el siglo XX. Lo ve como un siglo “lleno de esperanzas
y tragedias”. Algunas de las esperanzas nacieron con la Revolución de octubre y
acabaron con la caída del muro de Berlín, que es cuando el propio Hobsbawn dice
que se terminó ese siglo XX corto, de 1914 a 1990.
Se cayó el Muro y
empezaron guerras chiquitas que dejaron heridas duraderas. “El siglo XX empezó
a ser un tiempo muy inestable. Se acabó el bilateralismo y el mundo se volvió
más inseguro. El imperio norteamericano salió triunfante y su trofeo es el
capitalismo feroz”.
“La crisis que
padecemos nace de ese periodo del siglo XX”. Dice Martín Rivas, de 26 años,
también actor: “Ese siglo que conoció las peores guerras dejó como herencia la
impunidad de la tortura de Estado como algo normal para salvar la seguridad de
un país”.
El tiempo de los
derechos humanos, y de los derechos humanos pisoteados, “y el siglo de los
ideales destruidos”, comenta Irene. “El siglo de los derechos y el siglo del
Holocausto”. Pero eso viene de antes, el odio no lo improvisó el siglo XX.
“Pudo haber fructificado una nueva moral de solidaridad global, de bondad
humana, pero mira dónde estamos”.
“La crisis que padecemos nació en el siglo XX.
El periodo que conoció las
peores guerras”, comenta Martín Rivas
Es el siglo de la superpoblación y también el final de la colonización, “pero”, dice Irene, “los colonizadores hicieron las nuevas fronteras como les dio la gana. Y mira lo que está pasando en África”.
En medio de todo, “el ciudadano aturdido”, dice Martín. “Se han producido cambios que no hemos sabido administrar. Los jóvenes ahora podemos viajar sin fronteras que nos lo impidan, pero te fijas en las relaciones de los países y ahí ves dramas insolubles”.
No lo veamos todo tan oscuro. Irene dice que fue el siglo que nos puso “en el camino de las nuevas tecnologías; se hicieron avances científicos que ahora prolongan la esperanza de vida”. Ahora algunas profecías del siglo XX (Orwell, Julio Verne...) se van cumpliendo, “las grandiosas y también las mezquinas: aprietas un botón”, dice Rivas, “y es la muerte; antes había ejércitos y las bajas eran militares; ahora las bajas lo son todos. El hombre ha adquirido un poder individual de destrucción que antes no se concebía sino en la ciencia ficción”. Ahora, corrobora Irene, cuyo nombre en griego significa Paz, “es más fácil aplastar al otro... Todos quieren dominar, en lugar de trabajar para que todos puedan vivir bien”.
¿Y ustedes, cómo lo afrontan? Lo hemos tenido demasiado fácil, hasta ahora, dicen; las generaciones anteriores tuvieron más dificultades. Pero ahora, otra vez, los jóvenes del siglo XXI están sufriendo el azote que padeció el inicio del siglo XX: las emigraciones forzosas, la dependencia de los padres. “Somos la generación más preparada y la más parada”. “Tengo la sensación”, explica Irene Escolar, “de que no sabemos adónde nos dirigimos ni tampoco adónde deberíamos dirigirnos, porque, así como tenemos de todo también lo estamos contaminando y destruyendo absolutamente todo”.
Le propuse interrogantes parecidos a Iñaki Lucía Larumbe, historiador del arte, de 28 años. Para él, el siglo XX fue “el siglo de la democracia, y no solo en España. Y fue el siglo del 11-S y del 11-M, ahí se acabó de veras el siglo XX, en el atentado a las Torres Gemelas”. En España, el siglo XX conoció “una explosión de libertad”. Pero fue un siglo “con muchos errores”. El espíritu del 68 “se desvaneció”, y la revolución más reciente, la del 15-M, quiso en realidad “integrarse en el sistema”. Nosotros, dice de los de su tiempo, “no hemos tenido un enemigo concreto”, y atisba en el tiempo presente un adversario preciso, “la pérdida del Estado de bienestar”. Antes, cree él, “los padres leían más, tenían más conocimiento, y nuestra generación llegó a este tiempo con una evidente pérdida de ideología. Todo se ha ido diluyendo en una especie de modernidad líquida”.
¿Qué reproche concreto le harías al siglo XX, Iñaki? “Que permitiera la banalidad del mal, que nos acostumbrara a que las grandes catástrofes eran cromos en las noticias. El siglo XX nos acostumbró al mal. Como si nos hubieran vacunado contra todas las atrocidades. Fíjate lo que me pasó en India, donde estudié un máster. Un compañero de Nepal me hablaba de Gandhi; me dijo que Hitler era una especie de Gandhi. Me lo dijo medio en broma, y a mí me pareció que eso era un ejemplo de cómo se glorifica al malvado”.
“Si tienes energía y piensas en global sales adelante. La
peor parte la tienen los mayores de 45”, reflexiona Virginia Siló
Fue el siglo de la información, “pero también el siglo del exceso de información. El siglo de las libertades civiles, pero disminuidas por la potencia de poderes como el de la Iglesia”. ¿Un tiempo decepcionante? “Eso lo veremos en unos años, cuando se compruebe qué daño hace el cambio climático, cuando se evalúe el efecto de las guerras. Y cuando se vea qué pasa con el Estado de bienestar”. ¿Y cuál es el enemigo ahora? “¿El capitalismo neoliberal, quizá? Pero cómo luchar contra eso: lo maneja todo, pero no le puedes meter un dedo en el ojo”. ¿Qué color le atribuyes al siglo XX? “Gris”, dice el historiador del arte. “Entre el negro de todo lo malo y el blanco de la esperanza”.
Virginia Silió vino a la cita desde el laboratorio en el que prepara su tesis; trabaja en el Centro Superior de Investigaciones Científicas y nació “con el Naranjito”, en 1982. De Santander. Es bióloga molecular. Empezó la carrera justamente con el siglo XXI. De su madre, sobre todo, conoce la posguerra y el franquismo, y a sus abuelos les escuchó hablar de la guerra. Pero para ella, esos son periodos en la nebulosa del recuerdo de otros. “Me contaron el siglo XX”. ¿Y? “A los padres les damos envidia, porque tenemos libertad; mi madre no estudió lo que quería, no podía hacer lo que quiso”. Lo malo del siglo “fueron las guerras”. Y lo bueno “es la libertad... No me cambiaría por nadie, ni por mi madre ni por mi abuelo”. En la ciencia “ha cambiado todo muy deprisa, de modo que un artículo reciente enseguida se queda obsoleto”. Y el avance tecnológico (ella está enganchada a las redes, las disfruta) “nos ha dado una enorme capacidad para saber en tiempo real todo lo que ocurre”. Tanto, “que ya no necesito ver los telediarios. En el siglo XXI te buscas la información como te da la gana”.
Ya no queda en la biblioteca, queda en las redes
sociales; “la vida externa de nuestra generación es un ordenador enchufado a
una tele”. ¿Lo nuevo es mejor? “Siempre me ha gustado mucho lo nuevo. No sé
cuánto me durará”. ¿Y qué durará del siglo XX? “Sin los descubrimientos del
siglo XX no seríamos lo que somos ahora a nivel científico. Tenemos mejor
salud, se han eliminado enfermedades que aún padecían mi madre y mi abuela. Y
ahora la gente sabe más. A los diecisiete años en este mundo ya parecemos
adultos, la niñez dura menos”. ¿Y el futuro? “Uf. A mí, este boom del paro no
me ha afectado, pero es el tiempo con más paro. ¡Pero esto pasa en el siglo
XXI, no se lo achaquemos al XX! Y la gente que no está en paro, en este siglo,
está triste aunque tenga empleo. ¿Qué pasa? Que creíamos que estábamos mejor de
lo que realmente estamos. Nos hemos dado un batacazo”.
Pero saldremos, dice Virginia. “Nos iremos, o nos quedaremos, pero nosotros saldremos. Los mayores de 45 lo tienen peor. Nuestra generación, la generación siglo XXI, saldrá adelante. No somos muchos los que nos hemos dejado engañar por la hipoteca. Si tienes energía y piensas en global, sales adelante”.
En realidad, este reportaje nació de una frase de
David García Ortiz, estudiante de Filosofía, de 19 años. Dijo: “Claro, en el
siglo XX las cosas eran distintas”. Como si el siglo ya fuera una piedra en el
tiempo. “Hombre, no creo que haya que hacer una lectura de bueno y malo con
respecto al siglo pasado. Fue el siglo donde prosperó la idea de la justicia
universal; de hecho, en su tiempo se ratificó la Declaración Universal de los
Derechos Humanos. Pero esa idea ha perdido su vigencia. Y se han derrumbado las
ideas grandes, progresos, libertad, igualdad. Se entronizó el comunismo como
idea, y del comunismo no queda nada”. Desde que tiene uso de razón está en el
siglo XXI. Heredó, por tanto, “una sociedad muy tecnificada; eso nos ha encerrado
en nuestras casas, nos ha hecho cada vez más individualistas, y no tenemos un
proyecto que mire al futuro”.
Y se sabe más, claro, “pero se sabe todo de pronto,
y eso no es saber. No hemos adquirido capacidad crítica para simular lo que
ves; te viene sin ningún filtro. La cultura es, en efecto, más democrática y
más global, pero esa cultura tan al alcance de la mano es de una calidad mucho
peor. Se ha acostumbrado al estudiante a dar por bueno todo lo que llega a sus
manos”. ¿El futuro? “Los jóvenes lo vivimos con un cierto miedo. Y el miedo es
útil para los que tienen el poder”.
Imagínate, David, que alguien del siglo XX viene de
visita al siglo XXI. “No entendería nada. ¡Si del siglo XX cada día entendemos
menos los que vivimos en este tiempo! Ahora vemos el siglo XX como un desastre,
porque nos ha dejado un modo de vida muy incierto”.
Meritxell Abril hizo Publicidad y Relaciones
Públicas y se pasó catorce años en el siglo XX. “Cuando era una adolescente me
imaginaba este tiempo como si fuéramos a ir vestidos de plata y de plástico”.
Ocurrió algo que entonces no se podía vislumbrar: “El poder tecnológico para
cambiar las relaciones humanas. Y eso es positivo”. Pero no está tan lejos,
para ella, ese violento siglo gris. “Es un pasado muy presente. Fue un siglo
bastante duro; hubo guerras, la nuestra entre ellas, las mundiales, la de
Vietnam, la del Golfo, la guerra fría, las guerras de los Balcanes... Se
estancó la situación económica, y ahora vivimos en ese abismo”. ¿Culpa del
siglo XX? “No, todo esto sucede ahora, y es ahora cuando tomamos conciencia de
que el nuestro no ha sido un crecimiento orgánico ni un crecimiento sostenible.
Es ahora, en el XXI, cuando empezamos a tomar conciencia de que hemos de ser
respetuosos de las condiciones en vivimos”. Hemos ganado, claro, en libertad
para amar “como nos dé la gana, las relaciones son más abiertas”. Y a todo ello
ha contribuido la inmensa red social que “nos conecta perpetuamente”. La
televisión, que fue un invento decisivo en el XX, ha pasado a ser un mueble más
de la casa. ¿Lo positivo? “El resurgimiento de la democracia y la revolución
tecnológica”. ¿Y qué sepultarías para siempre? “Las energías nucleares: ¡ni las
hubiera abierto!”.
Pau García Milá nació también hace 24 años. Es inventor, empresario.
Entre sus inventos, un intercambiador en la nube de Internet que es la base de
su empresa EyeOs. Se pasó su adolescencia escuchando historias del siglo XX, “y
sé que tenemos que recordarlo para afrontar el siglo XXI”. Saber qué pasó “nos
ayuda a saber que en otros tiempos fue peor... Recordar el siglo XX permite
recortar nuestras quejas”. Y no estuvo tan mal. “El 97% de las cosas que se han
inventado nacieron en el siglo XX. Es el siglo de los inventos. Lo cuento en mi
nuevo libro, Optimistamente, es un siglo que permite coger aire para empezar a
correr”. Fue un siglo en el que hubo respeto por la política, “el desdén por
los políticos surge en este siglo”. Hubo algo que lamenta: que Franco muriera
en casa, en lugar de morir en el exilio... “Se murió muy tarde, pero debiera
haberse muerto fuera de España, para que su época no durara tanto ni le hiciera
tanto daño al futuro”. El XX no fue tan malo, repite Pau: le dio ilusión a la
humanidad, construyó edificios grandes y seguros que permiten tener más terreno
para la vida, “y nos dio a los jóvenes la posibilidad de vivir solos. ¿Un
peligro? Creer que ya está todo inventado”.
Dice David: “Nos condujo a una sociedad en la que priman el poder y el
dinero y en la que han cambiado los viejos valores”.
Ahora son ciudadanos del siglo XXI, doce años en lo que a veces parece
un abismo y otras veces tiene la forma de un puente sobre aguas muy turbulentas.
Fuente: www.elpais.com
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