George Gordon Byron (Londres, 22 de enero de 1788-Mesolongi, 19 de abril de 1824), conocido como lord Byron, fue un poeta del movimiento del romanticismo británico, considerado por algunos uno de los mayores poetas en la lengua inglesa y antecedente de la figura del poeta maldito. Debido a su talento poético, su personalidad, su atractivo físico y su vida de escándalos, fue una celebridad de su época. Fue sexto barón de Byron.
AL CUMPLIR MIS 36 AÑOS
¡Calma, corazón, ten calma!
¿A qué lates, si no abates
ya ni alegras a otra alma?
¿A qué lates?
Mi vida, verde parral,
dio ya su fruto y su flor,
amarillea, otoñal,
sin amor.
¡Más no pongamos mal ceño!
¡No pensemos, no pensemos!
Démonos al alto empeño
que tenemos.
Mira: Armas, banderas, campo
de batalla, y la victoria,
y Grecia. ¿No vale un lampo
de esta gloria?
¡Despierta! A Hélade no toques,
Ya Hélade despierta está.
Invócate a ti. No invoques
más allá
Viejo volcán enfriado
es mi llama; al firmamento
alza su ardor apagado.
¡Ah momento!
Temor y esperanza mueren.
Dolor y placer huyeron.
Ni me curan ni me hieren.
No son. Fueron.
¿A qué vivir, correr suerte,
si la juventud tu sien
ya no adorna? He aquí tu
muerte.
Y está bien.
Tras tanta palabra dicha,
el silencio. Es lo mejor.
En el silencio ¿no hay dicha?
y hay valor.
Lo que tantos han hallado
buscar ahora para ti:
una tumba de soldado.
Y hela aquí.
Todo cansa todo pasa.
Una mirada hacia atrás,
y marchémonos a casa.
Allí hay paz.
ACUÉRDATE DE MÍ
Llora en silencio mi alma solitaria,
excepto cuando está mi corazón
unido al tuyo en celestial alianza
de mutuo suspirar y mutuo amor.
Es la llama de mi alma cual lumbrera,
que brilla en el recinto sepulcral:
casi extinta, invisible, pero eterna…
ni la muerte la puede aniquilar.
¡Acuérdate de mí!… Cerca de mi tumba
no pases, no, sin darme una oración;
para mi alma no habrá mayor tortura
que el saber que olvidaste mi dolor.
Oye mi última voz. No es un delito
rogar por los que fueron. Yo jamás
te pedí nada: al expirar te exijo
que vengas a mi tumba a sollozar.
CANCIÓN DEL CORSARIO
En su fondo mi alma lleva un tierno secreto
solitario y perdido, que yace reposado;
más a veces, mi pecho al tuyo respondiendo,
como antes vibra y tiembla de amor, desesperado.
Ardiendo en lenta llama, eterna pero oculta,
hay en su centro a modo de fúnebre velón,
pero su luz parece no haber brillado nunca:
ni alumbra ni combate mi negra situación.
¡No me olvides!... Si un día pasaras por mi tumba,
tu pensamiento un punto reclina en mí, perdido...
La pena que mi pecho no arrostrara, la única,
es pensar que en el tuyo pudiera hallar olvido.
escucha, locas, tímidas, mis últimas palabras
–la virtud a los muertos no niega ese favor–;
dame... cuanto pedí. Dedícame una lágrima,
¡la sola recompensa en pago de tu amor!...
AL CUMPLIR MIS 36 AÑOS
¡Calma, corazón, ten calma!
¿A qué lates, si no abates
ya ni alegras a otra alma?
¿A qué lates?
Mi vida, verde parral,
dio ya su fruto y su flor,
amarillea, otoñal,
sin amor.
¡Mas no pongamos mal ceño!
¡No pensemos, no pensemos!
Démonos al alto empeño
que tenemos.
Mira: Armas, banderas, campo
de batalla, y la victoria,
y Grecia. ¿No vale un lampo
de esta gloria?
¡Despierta! A Hélade no toques,
Ya Hélade despierta está.
Invócate a ti. No invoques
más allá
Viejo volcán enfriado
es mi llama; al firmamento
alza su ardor apagado.
¡Ah momento!
Temor y esperanza mueren.
Dolor y placer huyeron.
Ni me curan ni me hieren.
No son. Fueron.
¿A qué vivir, correr suerte,
si la juventud tu sien
ya no adorna? He aquí tu
muerte.
Y está bien.
Tras tanta palabra dicha,
el silencio. Es lo mejor.
En el silencio ¿no hay dicha?
y hay valor.
Lo que tantos han hallado
buscar ahora para ti:
una tumba de soldado.
Y hela aquí.
Todo cansa todo pasa.
Una mirada hacia atrás,
y marchémonos a casa.
Allí hay paz.
CAMINA BELLA
Camina bella, como la noche
De climas despejados y cielos estrellados;
Y todo lo mejor de la oscuridad y de la luz
Se reúne en su aspecto y en sus ojos:
Enriquecida así por esa tierna luz
Que el cielo niega al vulgar día.
Una sombra de más, un rayo de menos,
Habría mermado la gracia sin nombre
Que se agita en cada trenza de negro brillo,
O ilumina suavemente su rostro;
Donde pensamientos serenamente dulces expresan
Cuán pura, cuán adorable es su morada.
Y en esa mejilla, y sobre esa frente,
Son tan suaves, tan tranquilas, y a la vez elocuentes,
Las sonrisas que vencen, los tintes que brillan,
Y hablan de días vividos en bondad,
Una mente en paz con todo,
¡Un corazón cuyo amor es inocente!
TE VI LLORAR
¡Yo te vi llorar! Tu lágrima, mía,
en tu pupila azul brillaba inquieta,
como la blanca gota de rocío
sobre el tallo delicado de la violeta.
¡Te vi reír! Y un fértil mayo,
las rosas deshojadas por la brisa
no pudieron dibujar en su desmayo
la inefable expresión de tu sonrisa.
Así como las nubes en el cielo
del sol reciben una luz tan bella,
que la noche no borra con su beso,
ni eclipsa con su luz la clara estrella.
Tu sonrisa transmite la fortuna
al alma triste, y tu mirada incierta,
deja una dulce claridad tan pura
que llega al corazón después de muerta.
NO VOLVEREMOS A
VAGAR
Así es, no volveremos a vagar
Tan tarde en la noche,
Aunque el corazón siga amando
Y la luna conserve el mismo brillo.
Pues así como la espada gasta su vaina,
Y el alma consume el pecho,
Asimismo el corazón debe detenerse a respirar,
E incluso el amor debe descansar.
Aunque la noche fue hecha para amar,
Y los días vuelven demasiado pronto,
Aun así no volveremos a vagar
A la luz de la luna.
"CAMINA BELLA, COMO LA NOCHE..."
Camina
bella, como la noche
De
climas despejados y de cielos estrellados,
Y
todo lo mejor de la oscuridad y de la luz
Resplandece
en su aspecto y en sus ojos,
Enriquecida
así por esa tierna luz
Que el cielo niega al vulgar día.
Una
sombra de más, un rayo de menos,
Hubieran
mermado la gracia inefable
Que
se agita en cada trenza suya de negro brillo,
O
ilumina suavemente su rostro,
Donde
dulces pensamientos expresan
Cuán
pura, cuán adorable es su morada.
Y
en esa mejilla, y sobre esa frente,
Son
tan suaves, tan tranquilas, y a la vez elocuentes,
Las
sonrisas que vencen, los matices que iluminan
Y
hablan de días vividos con felicidad.
Una
mente en paz con todo,
¡Un corazón con inocente amor!
"LA PARTIDA"
¡Todo
acabó! La vela temblorosa
se
despliega a la brisa del mar,
y
yo dejo esta playa cariñosa
en
donde queda la mujer hermosa,
¡ay!,
la sola mujer que puedo amar.
Si
pudiera ser hoy lo que antes era,
y
mi frente abatida reclinar
en
ese seno que por mí latiera,
quizá
no abandonara esta ribera
y
a la sola mujer que puedo amar.
Yo
no he visto hace tiempo aquellos ojos
que
fueron mi contento y mi pesar;
los
amo, a pesar de sus enojos,
pero
abandono Albión, tierra de abrojos,
y
a la sola mujer que puedo amar.
Y
rompiendo las olas de los mares,
a
tierra extraña, patria iré a buscar;
mas
no hallaré consuelo a mis pesares,
y
pensaré desde extranjeros lares
en
la sola mujer que puedo amar.
Como
una viuda tórtola doliente
mi
corazón abandonado está,
porque
en medio de la turba indiferente
jamás
encuentro la mirada ardiente
de
la sola mujer que puedo amar.
Jamás
el infeliz halla consuelo
ausente
del amor y la amistad,
y
yo, proscrito en extranjero suelo,
remedio
no hallaré para mi duelo
lejos
de la mujer que puedo amar.
Mujeres
más hermosas he encontrado,
mas
no han hecho mi seno palpitar,
que
el corazón ya estaba consagrado
a
la fe de otro objeto idolatrado,
a
la sola mujer que puedo amar.
Adiós,
en fin. Oculto en mi retiro,
en
el ausente nadie ha de pensar;
ni
un solo recuerdo, ni un suspiro
me
dará la mujer por quien deliro,
¡ay!,
la sola mujer que puedo amar.
Comparando
el pasado y el presente,
el
corazón se rompe de pesar,
pero
yo sufro con serena frente
y
mi pecho palpita eternamente
por
la sola mujer que puedo amar.
Su
nombre es un secreto de mi vida
que
el mundo para siempre ignorará,
y
la causa fatal de mi partida
la
sabrá sólo la mujer querida,
¡ay!,
la sola mujer que puedo amar.
¡Adiós!..
Quisiera verla… más me acuerdo
que
todo para siempre va a acabar;
la
patria y el amor, todo lo pierdo…
pero
llevo el dulcísimo recuerdo
de
la sola mujer que puedo amar.
¡Todo
acabó! La vela temblorosa
se
despliega a la brisa del mar,
y
yo dejo esta playa cariñosa
en
donde queda la mujer hermosa,
¡ay!, la sola mujer que puedo amar.
"LA GACELA SALVAJE"
La
gacela salvaje en montes de Judea
Puede
brincar aún, alborozada,
puede
abrevarse en esas aguas vivas
que
en la sagrada tierra brotan siempre;
puede
alzar el pie leve y con ardientes ojos
mirar,
en un transporte de indómita alegría.
Pies
ágiles también y ojos más encendidos
aquí
tuvo Judea en otros tiempos,
y
en el lugar del ya perdido gozo,
más
bellos habitantes hubo un día.
Ondulan
en el Líbano los cedros, más se fueron
las
hijas de Judea, aún más majestuosas.
Más
bendita la palma de esos llanos
que
de Israel la dispersada estirpe,
pues
echa aquí raíces y se queda,
graciosa
y solitaria:
ya
su suelo natal no deja nunca
y
no podrá vivir en otras tierras.
Mas
nosotros vagamos, agostados,
para
morir muy lejos:
donde
están las cenizas de los padres
nunca
descansarán nuestras cenizas;
ya
ni un solo sillar le queda a nuestro templo
y en trono de Salem se ha sentado la Burla.
"CANCIÓN DEL CORSARIO"
En
su fondo mi alma lleva un tierno secreto
solitario
y perdido, que yace reposado;
más
a veces, mi pecho al tuyo respondiendo,
como
antes vibra y tiembla de amor, desesperado.
Ardiendo
en lenta llama, eterna pero oculta,
hay
en su centro a modo de fúnebre velón,
pero
su luz parece no haber brillado nunca:
ni
alumbra ni combate mi negra situación.
¡No
me olvides!… Si un día pasaras por mi tumba,
tu
pensamiento un punto reclina en mí, perdido…
La
pena que mi pecho no arrostrara, la única,
es
pensar que en el tuyo pudiera hallar olvido.
Escucha,
locas, tímidas, mis últimas palabras
-la
virtud a los muertos no niega ese favor-;
dame…
cuanto pedí. Dedícame una lágrima,
¡la sola recompensa en pago de tu amor!…
"LA DESTRUCCIÓN DE SENAQUERIB"
Bajaron
los asirios como al redil el lobo:
brillaban
sus cohortes con el oro y la púrpura;
sus
lanzas fulguraban como en el mar luceros,
como
en tu onda azul, Galilea escondida.
Tal
las ramas del bosque en el estío verde,
la
hueste y sus banderas traspasó en el ocaso:
tal
las ramas del bosque cuando sopla el otoño,
yacía
marchitada la hueste, al otro día.
Pues
voló entre las ráfagas el Ángel de la Muerte
y
tocó con su aliento, pasando, al enemigo:
los
ojos del durmiente fríos, yertos, quedaron,
palpitó
el corazón, quedó inmóvil ya siempre.
Y
allí estaba el corcel, la nariz muy abierta,
más
ya no respiraba con su aliento de orgullo:
al
jadear, su espuma quedó en el césped, blanca,
fría
como las gotas de las olas bravías.
Y
allí estaba el jinete, contorsionado y pálido,
con
rocío en la frente y herrumbre en la armadura,
y
las tiendas calladas y solas las banderas,
levantadas
las lanzas y el clarín silencioso.
Y
las viudas de Asur con gran voz se lamentan
y
el templo de Baal ve quebrarse sus ídolos,
y
el poder del Gentil, que no abatió la espada,
al mirarle el Señor se fundió como nieve.
"SOL DEL QUE TRISTE VELA..."
¡Sol
del que triste vela,
astro
de cumbre fría,
cuyos
trémulos rayos de la noche
para
mostrar las sombras sólo brillan.
!Oh,
cuánto te asemeja
de
la pasada dicha
al
pálido recuerdo, que del alma
sólo
hace ver la soledad umbría!
Reflejo
de una llama
oculta
o extinguida,
llena
la mente, pero no la enciende;
vive
en el alma, pero no lo anima.
Descubre
cual tú, sombras
que
esmalta o acaricia,
y
como a ti, tan sólo la contempla
el dolor mudo en férvida vigilia.
"HUBO UN TIEMPO... ¿RECUERDAS?"
Hubo
un tiempo… ¿recuerdas? su memoria
Vivirá
en nuestro pecho eternamente…
Ambos
sentimos un cariño ardiente;
El
mismo, ¡oh virgen! que me arrastra a ti.
¡Ay!
desde el día en que por vez primera
Eterno
amor mi labio te ha jurado,
Y
pesares mi vida han desgarrado,
Pesares
que no puedes tú sufrir;
Desde
entonces el triste pensamiento
De
tu olvido falaz en mi agonía:
Olvido
de un amor toda armonía,
Fugitivo
en su yerto corazón.
Y,
sin embargo, celestial consuelo
Llega
a inundar mi espíritu agobiado,
Hoy
que tu dulce voz ha despertado
Recuerdos,
¡ay! de un tiempo que pasó.
Aunque
jamás tu corazón de hielo
Palpite
en mi presencia estremecido,
Me
es grato recordar que no has podido
Nunca
olvidar nuestro primer amor.
Y
si pretendes con tenaz empeño
Seguir
indiferente tu camino…
Obedece
la voz de tu destino
Que odiarme puedes; olvidarme, no.
"EN UN ÁLBUM"
Sobre
la fría losa de una tumba
un
nombre retiene la mirada de los que pasan,
de
igual modo, cuando mires esta página,
pueda el mío atraer tus ojos y tu pensamiento.
Y
cada vez cada vez que acudas a leer este nombre,
piensa
en mí como se piensa en los muertos;
he
imagina que mi corazón está aquí,
inhumado
e intacto.
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