martes, 27 de julio de 2021

SAPOS PERUANOS Y JAPONESES

 Autor Enoch Calderón Jara (*)

Una mañana de invierno, un maestro trasladaba sapos en dos baldes transparentes. Un grupo de discípulos fue a su encuentro con la finalidad de ayudarlos a llevar los baldes a su maestro, pero para sorpresa de los niños, aquel maestro lo tenía bien cerrado un balde y el otro abierto. Uno de los discípulos se adelantó y le dijo:

—Maestro, ¿por qué eres injusto? Si siempre nos predicas de la libertad, la justicia, la igualdad y un trato igualitario a todos los seres vivos que habitan en la tierra.

Antes de responderlo, el maestro le miró con una sonrisa amable al niño, luego le dijo:

—Hijo mío, todo tiene una explicación razonable en este mundo, tus conclusiones son válidos para el momento y el contexto. Con esta acción y la vivencia de estos animalitos, yo les quiero enseñar a ustedes los estilos de vida, creencias, fe y cosmovisión de dos sociedades distintas.

—Pero maestro, lo que está haciendo es una injusticia, no lo puedes negar. Por esa ranura pequeña, ingresa poco aire y en consecuencia los sapos no están respirando bien, pueden morirse por falta de oxígeno. —Le dijo otro de sus discípulas al maestro.

—La explicación es sencilla, en ese balde que está bien tapado, están unos sapos japoneses, acaso no se dan cuenta que sus narices y ojos son más medianos, mientras en el otro, están unos sapos peruanos que se creen muy verdugos, dueños y amos de su hábitat.

A esos sapos japoneses no se los puede trasladar abierto el balde, resulta que el más pequeño se carga a uno más grande y así sucesivamente se colocan el uno encima del otro, hasta que el más grande puede alcanzar el borde y desde allí, a toda prisa inicia a jalar a todos y en cuestión de segundos se escapan.

Mientras en ese balde, donde están los sapos peruanos, si alguien quiere escalar o salir, los demás lo jalan de sus patas, esa acción me gusta porque nadie va lograr escaparse, todos allí se mantienen croando y jalándose.

Lo curioso de todo, es que lo reverencian como si fuera su salvador, al que más croa, por eso, hasta la comida que les doy, primero come el más bullero y grande, solo migajas quedan para los demás.

Hijos míos, he aquí la explicación: los sapos del balde cerrado, representan a la sociedad japonesa, ya que estos ciudadanos se apoyan, sin condiciones, ni envidia y, sobre todo, sin egoísmo, por eso, se les cataloga al Japón, un país de individuos inteligentes, capaces de transformar en ciencia y tecnología todo lo que ven en la tierra, con tal que esté al servicio de la humanidad y para el desarrollo de su país.

Ellos se respetan unos a otros y no viven quejándose de sus desgracias pasadas, más bien esos obstáculos y falencias les sirve como asunto motivador. Recordarles que, a Japón en la Segunda Guerra Mundial, un 6 y 9 de agosto del año 1945, Estados Unidos hizo estallar la bomba atómica en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, matando en el acto a más de 246 000 personas, pero ni eso, han sido impedimentos para que los japoneses se conviertan en un imperio industrial y tecnológico. De sus cenizas a pocos meses iniciaron a renacer con un solo pensamiento de imitar, igualar y superar en ciencia y tecnología, pero basados en una educación de calidad y disciplina.

Mientras los sapos del balde abierto, representan a los individuos del Perú, si en ellos, alguien inicia a sobresalir y trabajar en bien y desarrollo de su país, es criticado, humillado, robado y hasta en el peor de los casos, es asesinado.

En esta sociedad no permiten que alguien triunfa y sea el mejor, todos quieren verse iguales y muy pobres, allí sí se sienten cómodos, si uno es superior y mejor que los otros, de inmediato aparece la envidia, encargado de lapidar a todo emprendedor.

El sapo más grande y el más bullero, representa a sus políticos mentirosos, religiosos atemorizadores con sus sermones de un Dios castigador y a sus gobernantes corruptos, que a diario se hacen más millonarios y gordos con el dinero de todos. Pero lo fisgón de esta sociedad, es que la gente no lee, por eso, creen en todo lo que ven, escuchan o les dicen sus políticos mendaces.

Aunque es una pena compararlo con la vida de los peruanos, eso es el pan de cada día de aquella casta.

—Entonces maestro, en la sociedad peruana, el éxito de los inteligentes fecunda envidia en los necios. Aquí es un pecado pretender hacer algo bueno, ser inteligente, analítico y honrado. —Le completo la idea uno de los discípulos.

—Tú lo has dicho y no es ajeno ver, el peruano tiene por costumbre de calificar al bueno por malo, mientras al malo lo glorifican como si fuese un Dios, con tal que sea corrupto, ladrón, coimero, lacra, chismoso y adulador de sus patrones.

Nadie valora al que sabe o conoce, es por eso, que en esa sociedad se matan talentos y ahuyentan cerebros, si los individuos nada tienen para ofrecer a los que se creen amos y dueños de las empresas, organizaciones y entidades del estado, no valen nada, por más que sean tan honrados, inteligentes y responsables. Aquí lo que vale es el dinero, la falsa amistad, el alcohol, el sexo y sobre todo ser franelero de gente idiota que llego al poder por un sistema corrupto.

Si estos individuos no cambian su filosofía de vida, no aman a sus semejantes, no dejan de ser adictos al dinero fácil, no valoran al que dice la verdad, no lo dan una oportunidad al que conoce y tiene deseos de cambiar a su sociedad, están condenados a vivir en la miseria y dominados por gente asnorante.

(*) Docente de Comunicación e Investigación

IESPP Huaraz - 2021

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