LOUIS GLÜCK
Su inconfundible voz poética, esa que "hace universal la vida
individual" a través de una belleza "austera", le ha valido
a Louis Glück para hacerse con el Premio Nobel de Literatura 2020, un galardón que la poeta
recibe tras haber publicado doce poemarios y algunos volúmenes de
ensayo.
Las obras de Glück (Nueva York, 1943) se caracterizan por la claridad
a la hora de abordar temas como la infancia y la vida familiar, para los que se
inspira en los mitos y motivos clásicos, presentes en la mayoría de
sus obras.
"En sus poemas, el yo escucha lo que queda de sus sueños e ilusiones,
y nadie puede ser más duro que ella para afrontar las ilusiones del yo",
escribe en la motivación del premio el presidente del Comité Nobel de
Literatura, Anders Olsson.
Ya desde su debut en 1968 con Firstborn, el primero de los doce
poemarios que ha escrito esta catedrática de inglés en la Universidad de Yale
(EE.UU.), fue aclamada como una de las voces más prometedoras de la
literatura contemporánea de su país.
Glück es también una poeta del cambio radical y del renacer, como queda de
manifiesto en The Wild Iris (El salvaje iris, 1992), que le
valió el premio Pulitzer, cuando ya había adquirido reconocimiento en el
extranjero por libros como The triumph of Achilles ("El
triunfo de Aquiles", 1985) y Ararat (1990).
"Su poesía crea como una suerte de universo textual en el que
hay una intimidad tremenda. Incluso cuando se vale de personajes, cuando echa
mano de los mitos y los actualiza, está dando cuenta de una intimidad
profundísima", señala el poeta y traductor venezolano Adalber Salas, que
tradujo al castellano el poemario Una vida de pueblo, publicado en
marzo de este año bajo el sello de Pre-Textos.
En opinión de Salas, Glück es mucho más que "una voz capital en la
poesía de lengua inglesa", es una poeta "discreta" a quien no le
interesa en absoluto "la escena pública" y que posee una capacidad
"admirable" para crear atmósferas afectivas
"devastadoras". Ella, asegura el traductor, "no teme a la
crudeza".
Estos cinco poemas, recogidos en diferentes poemarios, sirven
para acercarse a la obra de esta autora poco conocida por el gran público,
pero muy apreciada en el mundo literario:
MADRE E HIJO
Todos somos soñadores; ninguno sabe quién es.
Alguna máquina nos hizo; la máquina del mundo,
la familia que restringe.
Después, de vuelta al mundo, pulidos por suaves látigos.
Soñamos; no recordamos.
La máquina de la familia: pelaje oscuro,
selvas del cuerpo de la madre.
La máquina de la madre: blanca ciudad dentro de ella.
Y antes de eso: tierra y aire.
Musgo entre las piedras, briznas de hojas y de hierba.
Y antes, células en una gran oscuridad.
Y antes de eso, el mundo tras un velo.
Para esto naciste: para silenciarme.
Células de mi madre y de mi padre, llegó el momento
de ser fundamentales, de ser la obra maestra.
Yo improvisé, nunca recordé.
Ahora es tu turno de entrar en acción;
tú eres el que pide saber:
¿Por qué sufro? ¿Por qué soy ignorante?
Células en una gran oscuridad.
Alguna máquina nos hizo;
es tu turno ahora de exigirle, de volver a preguntarle:
¿para qué existo? ¿Para qué existo?
PUESTA DE SOL
En el mismo instante en que se pone el sol,
un granjero quema hojas secas.
No es nada, este fuego.
Es cosa pequeña, controlada,
como una familia gobernada por un dictador.
Aun así, cuando arde,
el granjero desaparece;
es invisible desde el camino.
Comparados con el sol, aquí todos los fuegos
son breves, cosa de aficionados;
se acaban cuando se consumen las hojas.
Entonces reaparece el granjero, rastrillando cenizas.
Pero la muerte es real.
Como si el sol hubiera terminado lo que vino a hacer,
hubiera hecho crecer el campo y entonces
hubiera inspirado la quema de la tierra.
LA CANCIÓN DE
PENÉLOPE
Pequeña alma, siempre desvestida,
haz esto que te ordeno, trepa
por los estantes de las ramas del abeto;
aguarda en la copa, atenta, como un
centinela o un vigía. Pronto llegará a casa;
te corresponde a ti ser generosa.
Tampoco tú has sido del todo
perfecta; con tu problemático cuerpo
has hecho cosas de las que no deberías
hablar en los poemas. Así que
llámalo a través del mar abierto,
del mar resplandeciente
con tu canción oscura, con tu avariciosa,
forzada canción: apasionada,
como María Callas.
¿Quién no te desearía? ¿A qué apetito
demoniaco no corresponderías?
Pronto regresará de allí por donde transcurra su
viaje,
bronceado por el tiempo fuera de casa, reclamando
su pollo asado.
Ah, tendrás que darle la bienvenida,
tendrás que sacudir las ramas del árbol
para captar su atención,
pero con cuidado, con cuidado, no sea
que desfiguren su hermoso rostro
demasiadas agujas al caer.
ANTES DE LA TORMENTA
Habrá lluvia mañana, pero esta noche el cielo está
despejado,
brillan las estrellas.
Aun así, se acerca la lluvia,
quizás suficiente para ahogar las semillas.
Hay un viento que empuja a las nubes desde el mar;
antes de verlas, sientes el viento.
Mejor miras los campos ahora,
observa cómo se ven antes de que se inunden.
Luna llena. Ayer, una oveja escapó al bosque,
y no cualquier oveja: el carnero, el futuro entero.
Si lo vemos de nuevo, veremos sus huesos.
La hierba se estremece un poco; tal vez el viento pasa a través de ella.
Y las nuevas hojas de los olivos tiemblan del mismo modo.
Ratones en los campos. Donde cace el zorro,
habrá sangre mañana en la hierba.
Pero la tormenta, la tormenta la lavará.
En una ventana, hay un chico sentado.
Lo mandaron a dormir, en su opinión, demasiado temprano. Así que se sienta
junto a la ventana;
ahora todo está resuelto.
Donde estés es donde dormirás, donde despertarás la mañana siguiente.
UN MITO SOBRE LA INOCENCIA
Un verano sale al campo, como de
costumbre,
se para un momento en el estanque donde suele
mirarse para ver si detecta algún cambio.
Ve a la misma persona, la túnica horrible
de su condición de hija aún sobre sus hombros.
En el agua el sol parece estar al lado.
Ella piensa: Otra vez mi tío que me espía.
Todo en la naturaleza es, de algún modo, su pariente.
Piensa: Nunca estoy sola
y hace del pensamiento una plegaria.
La muerte viene así, como respuesta a una plegaria.
Nadie puede ya entender lo hermoso que él era.
Perséfone sí lo recuerda, y que él la abrazaba allí,
delante de su tío.
Recuerda el reflejo del sol en sus brazos desnudos.
Eso es lo último que recuerda claramente.
Después el dios oscuro se la llevó.
Recuerda también, de un modo menos claro,
la terrible intuición de que ya jamás podría
vivir sin él.
«EL
JARDÍN»
No
puedo hacerlo nuevamente,
difícilmente
soportaría verlo;
//.
bajo la
tenue lluvia del jardín
la
joven pareja siembra
un
surco de guisantes, como si
nadie
lo hubiese hecho nunca:
los
grandes problemas todavía
no han
sido enfrentados ni resueltos.
//.
Ellos
no pueden verse
en el
polvo fresco aún, empezar
sin
ninguna perspectiva,
con las
colinas al fondo, verdes y pálidas, nubladas de flores.
//.
Ella
desea detenerse;
él
desea llegar hasta el fin,
permanecer
en las cosas.
//.
Mírala
a ella tocar su mejilla,
pedirle
una tregua, los dedos
ateridos
por la lluvia primaveral;
en el
pasto tierno estrellan rojos azafranes.
//.
Aun
aquí, aun en los comienzos del amor,
su mano
al abandonar la cara
da una
impresión de despedida,
//.
y ellos
se creen
capaces
de ignorar
esta tristeza.
«EL
VESTIDO»
Se me
secó el alma.
Como un
alma arrojada al fuego,
pero no
del todo,
no
hasta la aniquilación. Sedienta,
siguió
adelante. Crispada,
no por
la soledad sino por la desconfianza,
el
resultado de la violencia.
//.
El
espíritu, invitado a abandonar el cuerpo,
a
quedar expuesto un momento,
temblando,
como antes
de tu
entrega a lo divino;
el
espíritu fue seducido, debido a su soledad,
por la
promesa de la gracia.
¿Cómo
vas a volver a confiar
en el
amor de otro ser?
//.
Mi alma
se marchitó y se encogió.
El
cuerpo se convirtió en un vestido demasiado
grande
para
ella.
Y
cuando recuperé la esperanza,
era una
esperanza completamente distinta.
«AMANTE
DE LAS FLORES»
En
nuestra familia, todos aman las flores.
Por eso
las tumbas nos parecen tan extrañas:
sin
flores, sólo herméticas fincas de hierba
con
placas de granito en el centro:
las
inscripciones suaves, la leve hondura de las letras
llena
de mugre algunas veces…
Para
limpiarlas, hay que usar el pañuelo.
//.
Pero en
mi hermana, la cosa es distinta:
una
obsesión. Los domingos se sienta en el porche de mi madre
a leer
catálogos. Cada otoño, siembra bulbos junto a los escalones de ladrillo.
Cada
primavera, espera las flores.
Nadie
discute por los gastos. Se sobreentiende
que es
mi madre quien paga; después de todo,
es su
jardín y cada flor
es para
mi padre. Ambas ven
la casa
como su auténtica tumba.
//.
No todo
prospera en Long Island.
El
verano es, a veces, muy caluroso,
y a
veces, un aguacero echa por tierra las flores.
Así murieron
las amapolas, en un día tan sólo,
eran
tan frágiles…
AMOR BAJO LA LUZ DE LA LUNA
A veces un hombre o una mujer
imponen su desesperación
a otra persona, a eso lo llaman
alternativamente desnudar el corazón, o desnudar el alma.
(Lo que significa que para entonces adquirieron una.)
Afuera, la tarde de verano, todo un mundo
arrojado a la luna: grupos de formas plateadas
que podrían ser árboles o edificios, el angosto jardín
donde el gato se esconde para revolcarse en el polvo,
la rosa, la coreopsis y, en la oscuridad, la cúpula dorada del capitolio
transformada en aleación de luz de luna,
forma sin detalle, el mito, el arquetipo, el alma
llena de ese fuego que en realidad es luz de luna,
tomada de otra fuente, y brilla
unos instantes, como brilla la luna: piedra o no,
la luna sigue estando más que
viva.
CAMPANILLAS DE INVIERNO
¿Sabes lo que yo era entonces, cómo vivía? Conoces
la desesperación; de este modo
el invierno debería significar algo para ti.
No esperaba sobrevivir
a la opresión de la tierra. No esperaba
despertar otra vez, sentir
mi cuerpo sobre tierra húmeda,
capaz de responder de nuevo, recordando,
tras tanto tiempo, cómo volver a abrirme
en la fría luz
de la más temprana primavera—
asustada, sí, mas de vuelta contigo
llorando sí riesgo felicidad
en mitad del crudo viento del nuevo mundo.
CEREMONIA
Me dejaron de gustar las alcachofas cuando dejé de comer
mantequilla. El hinojo
nunca me gustó.
Una cosa que siempre he odiado
de ti: odio que te niegues
a invitar gente a casa. Flaubert
tenía más amigos y Flaubert
era un ermitaño.
Flaubert estaba loco: vivía
con su madre.
Vivir contigo es como vivir
en un internado:
pollo los lunes, pescado los martes.
Tengo muy buenos amigos.
Tengo amigos
ermitaños.
¿Por qué lo llamas rigidez?
¿No puedes llamarlo gusto
por la ceremonia? ¿O es que tu hambre de belleza
se satisface completamente con tu propia persona?
Otra cosa: dime otra persona
que no tenga muebles.
Comemos pescado los martes
porque los martes son frescos. Si supiera conducir
comeríamos pescado también otros días.
Si estás tan desesperado por encontrar
precedentes, prueba con
Stevens. Stevens
nunca viajaba; eso no significa
que no conociera el placer.
El placer, puede, pero no
la alegría. Cuando prepares alcachofas,
hazlas para ti.
EL
DESEO
¿Te acuerdas de cuando pediste un deseo?
Yo pido muchos deseos.
Cuando te mentí
sobre lo de la mariposa. Siempre me pregunté
qué pediste.
¿Qué crees que pedí yo?
No sé. Que volvería,
que al final de alguna manera estaríamos juntos.
Pedí lo que siempre pido.
Pedí otro poema.
EL
DILEMA DE TELÉMACO
Nunca me decido
sobre qué poner
en la tumba de mis padres. Sé
lo que él quiere: él quiere
amado, lo que ciertamente resulta
muy exacto, sobre todo
si contamos a todas esas
mujeres. Pero
eso dejaría a mi madre
en la intemperie. Ella me dice
que en realidad no le importa
lo más mínimo; ella prefiere
ser descrita
por sus logros. No tendría yo mucho
tacto si les recordara
que uno
no honra a sus muertos
perpetuando sus vanidades, sus
auto-proyecciones.
Mi propio criterio me recomienda
exactitud sin
palabrería; son
mis padres y, en consecuencia,
los visualizo juntos,
a veces me inclino por
marido
y mujer, a veces
por
fuerzas
contrarias.
PARÁBOLA
DE LA BESTIA
El gato circula por la cocina
con el pájaro muerto,
su nueva posesión.
Alguien debería debatir sobre
ética con el gato, mientras investiga
el asunto ese del pájaro cojo:
en esta casa
no experimentamos
la voluntad así.
Dile eso al animal,
sus dientes ya hincados
en la carne de otro animal.
PUERTO
DEPORTIVO
Mi corazón era un muro de piedra
que tú de todas formas traspasaste.
Mi corazón era un jardín isleño
a punto de ser pisoteado por ti.
Tú no querías mi corazón;
tú ibas de camino a mi cuerpo.
Nada de eso fue mi culpa.
Lo eras todo para mí,
no sólo belleza y dinero.
Cuando hacíamos el amor
el gato se iba a otro cuarto.
Entonces me olvidaste.
No en vano
las piedras
se estremecían alrededor del jardín enmurallado:
no hay nada allí ahora
excepto ese salvajismo que la gente llama naturaleza,
el caos que se hace con todo.
Me llevaste a un lugar
donde llegué a ver la maldad en mi carácter
y me dejaste ahí.
El gato abandonado
gimotea en el dormitorio vacío.
PARÁBOLA
DE LOS CISNES
En un pequeño lago fuera
de los mapas del mundo, vivían
dos cisnes. Como cisnes que eran,
pasaban el ochenta por cierto de su día estudiándose
a sí mismos en las aguas atentas y
el veinte por cierto cuidando el uno del otro.
Por lo tanto,
su fama como amantes proviene
principalmente de su narcisismo, lo que deja
muy poco tiempo libre
para ir de crucero.
Pero el destino tenía otros planes: después de diez años,
se toparon
con agua enfangada; fuera lo que fuera esa inmundicia, se
adhirió
al plumaje del macho, que instantáneamente mutó
a gris; a la vez,
el verdadero propósito del flexible diseño
de su cuello quedó al descubierto.
¡Tanta actividad en el modesto lago, tanto
que se había perdido! Más tarde o más temprano durante
toda una vida juntos, todas las parejas se enfrentan
con alguna emergencia de este estilo, con algún
drama que acaba
haciendo daño a alguien.
Esto pasa por algo: para poner a prueba
el amor y para exigir
que vuelva a definirse con palabras complicadas.
Así que salió a la luz que el macho y la hembra
tenían ideas diferentes: mientras
el macho creía que el amor
era eso que uno siente en el corazón,
la hembra creía
que el amor era eso que uno hace. Pero esta no es
una historieta sobre la corrupción inherente
del macho, usando como prueba la sórdida definición
de pureza que tenía el cisne.
Es una historia de astucia e inocencia. Durante diez años
la hembra estudió al macho; se entretenía mirando
cómo dormía o cómo era absorbido por el agua
convenientemente,
mientras que el espontáneo macho actuaba
de manera más informal, viviendo el momento.
En el fango discutieron un rato, bajo la luz del
atardecer,
hasta que la discusión se hizo
lentamente más y más abstracta, y se convirtió
en parte de su canción
después de un tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario